jueves, 14 de marzo de 2013

Introducción al color digital


Cuando un pintor tradicional coge por primera vez el lápiz de una tableta digital y garabatea en un programa de gráficos alguna pincelada insegura, comprueba lo dificultosa que es la experiencia de pintar sobre una superficie y que ese movimiento se traslade, a modo de mancha de color, a la pantalla. Entonces sigue dibujando, empieza a perfilar una forma y entonces siente la necesidad de variar de color. Se le ofrece entonces al pintor un número inmenso de matices de color (256 x 256 x 256 =16 millones de colores aproximadamente), a veces casi indistinguibles y el artista tiene que seleccionar cual de esos es el más adecuado para seguir trabajando. ¿Cómo entender entonces qué color elegir? ¿Cómo puede alguien acostumbrado a mezclar menos de diez colores básicos comprender qué color elegir entre los millones posibles si ya no puede ejercer la mezcla, sino sólo la selección? Y, por otro lado, ¿hay alguna manera de mezclar colores en los medios digitales? ¿Dan estos sistemas los mismos resultados que la paleta del pintor tradicional?
Trataremos de responder a estas preguntas a lo largo de este texto, a la vez que damos sugerencias de cómo afrontar los problemas, tanto desde una mentalidad instruida en los sistemas digitales de producción de imágenes, como desde la mentalidad del pintor tradicional. En este punto es necesario decir que existen ventajas en pasar por la experiencia de los medios digitales y también por los tradicionales. El pintor tradicional puede tener complicaciones en cuanto a la selección de colores, que sustituye a las mezclas y también en el alejamiento que los sistemas de captación de gráficos (las tabletas digitalizadoras o pantallas táctiles) producen respecto a la sensación real de manipulación sobre una superficie con métodos tradicionales. Sin embargo las ventajas que el pintor tradicional puede obtener de la experiencia en los medios virtuales, son una mayor espontaneidad y limpieza en su trabajo, los sistemas digitales permiten atacar una superficie blanca con mayor rapidez, lo que permite plasmar rápidamente una visión y también retocar o deshacer trazos indeseados. Así mismo, a razón de que las pantallas sean fuentes de luz, permiten mostrar una gama más amplia de valores cromáticos a la vez que los efectos de distorsión por culpa de diferentes iluminaciones de un cuadro (metamerismo), desaparecen o se minimizan mucho.
A la par, invitamos al pintor de medios digitales a que haga una incursión en la pintura matérica, que se manche las manos y aprenda a mezclar colores. Esto tiene principalmente dos beneficios. El primero de ellos consiste en la armonía de color; al atacar un lienzo con una serie de pigmentos que siempre constituyen una gama más o menos limitada de tonalidades posibles, es más difícil, para el principiante, obtener una imagen desentonada (aunque, obviamente no imposible). Por otro lado, el uso de pigmentos y mezclas limitadas permiten también depurar la mentalidad del pintor acerca de cuales son los colores reales de las cosas, que en los medios digitales son siempre más relativos (las fotografías se ven afectadas por la exposición y el balance de color) y falsos (debido a su gama limitada, que produce distorsiones, sobre todo de corrido de tono de color). Un ejemplo ilustrativo de esto es la tendencia de los artistas digitales a abusar de los verdes para la vegetación, que termina resultando extremadamente artificial, cuando un pintor sabe que la vegetación tiende a ser más bien parda, de tonos amarillentos o verde grisáceos, volviéndose azulada en los reflejos del cielo.
De esta manera, trataremos de llevar nuestro discurso bajo la premisa del ir y venir, del pintor tradicional al digital, intentando introducir al primero a los medios digitales, y previniendo al segundo de los excesos que puede cometer debido a su desconocimiento de los procesos materiales de mezcla.